Entre el Día Internacional del orgullo zombi, el de llevar el perro al trabajo, el de la croqueta (todo nuestro respeto) o el del hashtag (definitivamente nos hemos vuelto idiotas), echamos en falta algunos como el día internacional de Este muerto está muy vivo (mejor peli de la historia, ¡era un muerto con gafas de sol, por favor!), el día internacional del cólico nefrítico (ojo, cuidao, menos bromas que con el colesterol), o el día internacional de llegar tarde al curro y decir que has pillado un atasco. Pero hay un día en el que el sol brilla más fuerte, te suena el despertador y no tienes ganas de lanzarlo contra la pared, las tostadas te quedan en el punto justo y el brebaje que en la oficina llaman café te sabe (casi) rico. Ni un grano ni una amenaza de despido pueden estropearlo, porque como dijo Barbara Bush (prometemos no volver a citarla) “un hombre puede olvidar dónde aparcó el coche o dónde vive, pero nunca olvida el sexo oral, por malo que sea”, las mujeres, algo más exigentes, necesitan que sea bueno para no querer olvidarlo.
Solo hay (que conozcamos) dos personas, a las que las bondades del sexo oral han traído más desgracias que gemidos, Bill Clinton y Tony Soprano. A todos los demás, ¡feliz día del sexo oral!
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