“No conozco nada más magnífico que unas nalgas que se sacuden bajo una mano, se endurecen y a continuación vuelven a suplicar otro azote. Se entregan y se rebelan en el mismo movimiento…”. El azote puede requerir una mano grande y firme, una ruda fusta, un látigo de cuero suave, una paleta, una vara, artículos para el placer más jadeante. No lo dejes al azar.
“No conozco nada más magnífico que unas nalgas que se sacuden bajo una mano, se endurecen y a continuación vuelven a suplicar otro azote. Se entregan y se rebelan en el mismo movimiento…”. Nos disculpamos de antemano porque vamos a utilizar el divertido librito de Jean-Pierre Enard ilustrado por Milo Manara ‘El arte del azote’ por encima de nuestras posibilidades pero, sinceramente, no encontramos nada mejor para sumergirnos con deleite en el excitante mundo del azote. Y es que Enard explica con humor y erotismo todo cuanto se debe saber al respecto. En primer lugar, el azote puede requerir una mano grande y firme, una ruda fusta, un látigo de cuero suave, una paleta, una vara, un periódico enrollado… prácticamente cualquier cosa que se adapte a los deseos del azotador y, especialmente, del azotado. Nada de confundirse, los azotes no son una práctica machista ni un castigo infantil, en realidad no son ningún castigo, no es una vía para desahogar la ira ni para provocar dolor, sino todo lo contrario. En palabras del gran Enard “el azote no es fuerza, ni obligación, ni violencia. Quien lo utilice para castigar o para obligar no entiende nada de este arte. Aún más, hay muchas posibilidades de que el acto degenere rápidamente en una serie de golpes y heridas que no tienen nada que ver con el azote (…)”.
El poder erótico del azote puedes rastrearse a lo largo de la historia. El Kamasutra habla de cuatro tipos de golpes que estimulan la excitación y potencian el orgasmo, el político y escritor romano Petronio tuvo una curiosa forma de curarle la impotencia al narrador de su 'Satiricón' ni más ni menos que con unos buenos azotes en el pene. Rebuscando un poco más en la tradición romana, durante las fiestas lupercales los sacerdotes corrían por el monte Palatino armados con látigo y propinando azotes a los paseantes, azotes a los que atribuían la capacidad de incrementar la fertilidad en las mujeres y la virilidad en los hombres. Hasta el mismísimo Lawrence de Arabia cuenta en 'Los siete pilares de la sabiduría', a propósito de una captura: “Recuerdo que el cabo me daba puntapiés con su bota herrada para que me incorporase. (…) Recuerdo que le sonreí perezosamente, ya que un delicioso calor, probablemente sexual, crecía dentro de mí”. Delirio o realidad, parece que le gustó.
Y por supuesto, luego llegó Hollywood y su curiosa forma de enmascarar los azotes eróticos como divertidas prácticas correctivas. Hasta Sheldon Cooper en una de las comedias más famosas de la década ‘castiga’ a la no tan pacata Amy con unos azotes para reprender su mal comportamiento.
Aquí están en juego la excitación física pero también la mental, los roles, el que da y el que recibe, la indefensión, la intimidad, el placer jadeante. Demasiado para dejarlo al azar.
Llegamos por fin a una de las prácticas más placenteras del universo BDSM. Y para que la puedas disfrutar como se merece, a lo grande, en EroticFeel hemos hecho acopio de los mejores azotadores BDSM, látigos de cuero, fustas, paletas, varas, artículos concebidos para el placer, para darlo y para recibirlo, para perderse en las sensaciones más inesperadas, para dejarse llevar por los deseos más oscuros y palpitantes. Atrévete.
Si estás leyendo esto seguramente ya hayas probado con la mano, la piel con piel, el contacto directo de una mano que se cae con la fuerza justa en el lugar apropiado, ese es el primer paso. Ahora te ofrecemos algo más refinado. Los látigos, las fustas, las paletas, las varas, cada uno de estos artilugios ofrece una experiencia diferente, distintas sensaciones de dominación, de poder, de sumisión y entrega. ¿Por qué no probarlas todas?
Spanking es la terminología inglesa que se emplea para definir el placer erótico de dar o recibir unos azotes. Según un estudio realizado por una conocida marca de juguetes sexuales, el 70% de las mujeres y el 64% de los hombres se excitan más cuando en el acto sexual se incluyen azotes. Incluso hay expertos, como Carol Queen, autora de 'Exhibitionism for the shy', que sostienen que un azote en las nalgas podría estimular las terminaciones nerviosas de la vagina. Si los azotes se propinan con el ritmo y la intensidad adecuados el cuerpo produce endorfinas, placer, orgasmos. Poco más se puede pedir.
Hemos decidido terminar con esta fantástica y descriptiva enumeración del bueno de Enard. “Hay culos traviesos, sin apenas curvas, su forma encerrada en pantalones tan apretados que se puede ver la línea de las bragas. Culos anchos y fuertes, que llaman la atención con autoridad, culos que te hacen sentir que no podrías ser su amo jamás (…); culos temperamentales, rígidos o relajados según su humor, ahora animados y alegres, luego amenazadores, tensos; culos lánguidos, que se contonean de forma holgazana y se retraen al ver acercarse la mano; (…) culos dormidos que aguardan el beso que los haga despertar”. Poco se puede añadir a esto.
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