“Esta tarde voy a ver a una mujer trans de 82 años. Está sola, con depresión y sin ganas de vivir. Los suicidios están ahí. Tenemos gente de 80 años que aún está dentro del armario, ¿eso qué nos indica? Muchos están encerrados en casa esperando la muerte, no son capaces de salir, de abrir esa puerta, siguen creyendo que son engendros de la naturaleza, que no son dignos”. El que habla es Federico Armenteros, fundador y presidente de la Fundación 26 de Diciembre, y la realidad que nos retrata no es la del colectivo LGTBI liberado y orgulloso que reivindica sin vergüenza sus derechos, es la de una generación olvidada que muestra las secuelas de una vida de humillaciones y secretos. Personas machacadas, estigmatizadas, “etiquetadas como enfermos, delincuentes y pecadores” y ahora invisibles. Fue precisamente la conciencia de esa invisibilidad lo que llevó a Armenteros a poner en marcha la fundación hace ya 10 años. “Me pregunté dónde estaban, qué había sido de los mayores LGTBI. Parece que el movimiento nació en Chueca, bonito, joven y guay. Se ha cortado por la sano desde un punto de la historia”. Y al otro lado quedan ellos, miles de personas en riesgo de exclusión social, condenadas al aislamiento, la soledad y el ostracismo.
Si el trato que damos a nuestros ancianos no dice nada demasiado bueno de lo que somos como sociedad, la manera en la que hemos olvidado a las personas más vulnerables de un colectivo ya de por sí denostado habla de lo peor de nosotros mismos. Personas que hasta el 26 de diciembre del 78 (fecha a la que debe el nombre la fundación), cuando se deroga parcialmente la ley de peligrosidad social, podían ser encarceladas y calificadas de antisociales por su sexualidad. Supervivientes de un sistema ignorante y perverso y de una psiquiatría surrealista que se vanagloriaba de sus tratamientos para curar el erotismo desviado que ofendía las buenas costumbres del nacionalcatolicismo. Como ejemplo, este pequeño extracto de la conferencia que el reputado psiquiatra López Ibor dio en Italia en 1973: “Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención del lóbulo inferior del cerebro presenta, es cierto, trastornos en la memoria y la vista, pero se muestra más ligeramente atraído por las mujeres”. De hecho, ya en el 77, solo un año antes de la aprobación de la Constitución, la UCD plantea la creación de 10.000 plazas para la reeducación de homosexuales.
Ahora, cuando parece que todo esto ha quedado atrás, la Fundación 26 de Diciembre atiende a cientos de personas al mes, “700 diariamente durante los meses de confinamiento”, llenando un vacío que debería corresponder a las administraciones públicas. “Les llevamos comida, hablamos con ellos, los acompañamos. Muchos se han metido en una burbuja, tienen miedo. Estamos en una situación lamentable”. A la espera de abrir la primera residencia para mayores LGTBI del mundo, la fundación tiene muchísimos frentes abiertos ofreciendo un apoyo integral que va desde la ayuda para encontrar vivienda, el alojamiento para personas mayores sin hogar, la promoción de la salud sexual o el apoyo psicológico, hasta las actividades culturales y recreativas que les ayudan a socializar, a integrarse, a tener un punto de encuentro, a volver a sonreír. “Se les ha privado de tanto que ya no saben ni reír. Han aprendido que no se les puede ver porque si los veían iban a ir a por ellos, y esta pandemia les ha reforzado aún más en su idea de aislarse”.
Otro de los escollos es la tendencia a la digitalización de todos los servicios, incrementada mucho más con el Covid. “No les atienden presencialmente en los bancos ni en los centros de salud pero ¿quién les ha enseñado a hacerlo?, ¿tienen acceso a internet?, ¿saben pedir una cita o firmar electrónicamente? Es fácil, te dicen, pero no es cierto, es todo un mundo, y encima nosotros no tenemos hijos o nietos, ¿a quién pedimos ayuda? Si el sistema nos aparta aún más, si no es capaz de incluirnos, algo está fallando”.
¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar? “Entenderlos y acompañarlos cuando nos lo pidan sin ser invasivos ni paternalistas. Comprender que la diversidad nos enriquece, nos complementa, nos hace más libres. No somos iguales, y tenemos que soportarnos sin juzgarnos”. Cambiar el pasado no es posible, pero sí recordarlo. Las mentiras, las dobles vidas, las palizas, los insultos, el miedo que aún acompaña a tantos y el lujo de que alguien quiere paliarlo.
Si quieres colaborar con la Fundación 26 de Diciembre puedes hacerlo desde aquí.