La Goulue, la niña provinciana que conquistó el Moulin Rouge

La Goulue, la niña provinciana que conquistó el Moulin Rouge

“Padre, ¿Dios me perdonará? Soy la Glotona” dicen que le preguntó al cura que la asistió en su lecho de muerte. Ni la mujer más liberada del París de finales del XIX, la que cautivó y escandalizó con su actitud desvergonzada y desinhibida, escapó al final de sus días al temor que nos inculcan a fuego. “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, para dejar por eso de ofenderte”, cuentan que declamaba incesante García Márquez cuando su memoria ya había borrado casi todo lo demás. Y es que Dios es mucho Dios y aunque no sea capaz de erradicar el hambre en el mundo, de librarnos del coronavirus, de evitar que la gente haga ese gesto tan asqueroso de comillas en el aire o de hacer que le salgan cuernos de rinoceronte a los que se inventan gerundios ingleses a partir de verbos en castellano del tipo ‘aquí merendanding’, justo antes de que la vida se apague aún tememos que salgan del suelo unas sombras negras como en Ghost y nos arrastren con ellas al inframundo. Así que la pobre Goulue se vio en la necesidad de informar al sacerdote de quién era ella, la bailarina más famosa del Moulin Rouge, la número uno, la reina de Montmartre.

¿Y qué habría de perdonarle el Altísimo? Sus bailes enérgicos subiendo y bajando el cancán, sus movimientos impetuosos, su desparpajo para quitar el sombrero de la cabeza de los caballeros con la punta del pie, su costumbre de bailar sobre las mesas exhibiendo el corazón bordado en su ropa interior, su gusto por vaciar de un trago la copa de los clientes. La Goulue fue de niña Louise Weber y todas las informaciones apuntan a que nació en Alsacia en una familia de origen judío. La familia se instaló más tarde en Clichy, donde su madre trabajaba en una lavandería. En cuanto tuvo edad para hacerlo, Louise la ayudaba aprovechando de paso para bailar en los salones locales ‘cogiendo prestada’ la ropa de las clientas.

Conoció en aquella época al pintor Auguste Renoir y fue él quien la introdujo en la bohemia francesa. Pronto se dejó retratar desnuda por el fotógrafo Achille Delmaet y comenzó a actuar en el Moulin Rouge convirtiéndose rápidamente en la estrella más aclamada gracias a unos números en lo que mezclaba erotismo y comicidad como nunca antes se había visto. Así la vemos en los famosos carteles de Lautrec bailando con Jacques Renaudin, un comerciante de vinos con el que formó pareja artística. En 1895, rica y famosa, decidió emprender por su cuenta montando su propio espectáculo y abandonó el Moulin Rouge, pero las cosas no salieron como pensaba y la Goulue lo perdió todo. Arruinada y alcoholizada, desapareció de la escena pública hasta que en 1925 la reconocieron vendiendo cigarrillos, cacahuetes y fósforos en una esquina cercana al templo del placer en el que antaño bailaba. Envejecida y enferma, murió cuatro años más tarde.

Ambiciosa, libre y con un insaciable apetito en la mesa y en la vida, la niña provinciana que conquistó la ciudad de la luz encarnó mejor que nadie la Belle Époque parisina. No sabemos si la perdonó su Dios, pero EroticFeel la tiene en su gloria.

Foto: Louis Victor Paul Bacard

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