Suponemos que las pinturas rupestres fueron realizadas por mujeres, de lo contrario, estamos casi seguros de que, en lugar de bisontes, en las cuevas de Altamira habría dibujado un enorme falo prehistórico. Y es que la obsesión por el pene ha sido una constante desde que el mundo es mundo. Sus referencias en el arte son innumerables, desde el relieve de un pene encontrado en las ruinas de Pompeya hasta el tremendo auge de los memes que invaden los grupos de wasap masculinos o el curioso efecto de las ‘foto-pollas’, ni más ni menos que fotografías del propio miembro (en el mejor de los casos) que algunos utilizan como método de seducción infalible. Sea como sea, parece que aquí siempre se ha aplicado el dicho de ‘burro grande, ande o no ande’, pero ¿está la obcecación con el tamaño del pene realmente justificada? Lo cierto es que no, se trata de una cuestión psicológica y visual más que práctica, de hecho, y aunque la cuestión del tamaño ha atormentado y atormenta a infinidad de hombres, con un pene pequeño y simpático se pueden hacer muchas cosas, pero la mayoría de las personas cuerdas echarían a correr ante lo que se supone que fue la monstruosa verga de Rasputín.
Se cuenta que en los felices años 20 y tras una discusión con su esposa Zelda que hirió gravemente su hombría, Scott Fitzgerald le preguntó a Ernest Hemingway, ¿crees que mi pene es demasiado pequeño? Tras echarle un vistazo en el lavabo, el rudo Hemingway (de quien se dice que tenía un pene chiquitito) sentenció que ese tamaño era más que suficiente. Los penes famosos han suscitado muchas leyendas, en ocasiones auspiciadas por sus mismos portadores. En un extremo situaríamos el de Chaplin (apodado la octava maravilla del mundo), el de Errol Flynn (tan bien dotado que sabía hasta tocar el piano), o el de Frank Sinatra (se comenta que ‘La Voz’ pedía que le hicieran los calzoncillos a medida). Al otro lado de la balanza tampoco faltan ejemplos, Salvador Dalí con su “pequeño, patético y blando pene”, como él mismo dijo, o Enrique Iglesias, que hace tiempo comentó que tenía el pene más pequeño del mundo y sin embargo eso no evita que tenga experiencias religiosas.
Desde las pócimas del Kamasutra hasta la cirugía a la que algunos se someten actualmente, los hombres no han cesado en su empeño de buscar fórmulas para agrandar el pene. En el año 300, el Kamasutra distinguía tres tipos de hombres según el tamaño de su pene, hombre liebre, hombre toro y hombre caballo. Los que quisieran engrosarlo podían recurrir a remedios como dormir boca abajo en una hamaca con agujero o frotárselo con los pelos de determinados insectos. En la actualidad, internet ofrece todo tipo de soluciones, la mayoría peligrosas y muy poco recomendables (a poco cariño que le tengas siempre será mejor conservarlo).
Por supuesto existen en el mercado alargadores de pene, bombas de vacío, bombas hidráulicas y hasta pastillas y cremas. ¿Nuestro consejo? Aprovecha lo que tienes. Y no solo lo decimos nosotros, ya en los setenta, Masters y Johnson (muy en boga ahora gracias a la serie Masters of Sex), realizaron un gran estudio en el que concluyeron que la satisfacción sexual femenina no dependía del tamaño del pene. Si aún no nos crees siempre puedes recurrir a un sencillo anillo vibrador que incrementará la fuerza y la duración de la erección, y a un buen lubricante vigorizante. Mírala con cariño y dale las gracias, nunca te abandona.