Lo que estoy a punto de contar es rigurosamente cierto. Primera visita al ginecólogo. ¿Edad? 14 años. ¿Motivo? Dejemos claro que no tiene por qué haberlo, hay que hacerse revisiones periódicas sin ninguna causa aparente, pero en este caso había una, desarreglos menstruales. Una vez en la consulta, nerviosa y muerta de miedo, el tipo (disculpen, el señor doctor) suelta un chiste para romper el hielo. “¡Qué agradable sorpresa, me esperaba a una paciente de 80 años!”. Lo fuerte aquí no es tanto la broma chusca como que madre e hija no salieran de allí pitando. Despatarrada ya en una de esas camillas que te hacen sentir como un coche en una revisión mecánica, el médico llama a la madre. “Acérquese. Vea, tiene el himen perfecto, intacto” (sí, cierren sus bocas). El tema, según explica el eminente profesional de los coños, es que para ver correctamente los órganos internos hay que hacer una exploración anal, es la única opción, vaya, porque la otra no se contempla. No va el hombre a desflorarte para que te vayas a casa sin honra pero con un diagnóstico médico preciso, lo mejor es meterte una cámara “de verdad, tan finita que ni la vas a notar” por el culo. Fantástico pero mira, no.
A qué viene tanta chorrada, sería aquí la pregunta. Por qué una membrana que no tiene más valor que el que se le ha dado culturalmente impide que un médico realice su trabajo como es debido. Qué le importa a la madre cómo tenga el himen de perfecto o no la chavala y qué mensaje lamentable le están dando. El virgo, la pureza, la honra, mamarrachadas inventadas por un sistema que ya debería haberse ido al carajo.
Tanto para ellas como para ellos la primera vez es un rito de paso, la diferencia es que ellos tienen prisa y ellas miedos. Miedos que han ido cambiando sí, pero el concepto de temor permanece. El adolescente dará más o menos la talla, pero se convertirá en un hombre. Ella, en cambio, tiene que elegir bien porque ‘primera vez solo hay una’, ‘te marcará para siempre’, ‘si consigue lo que quiere demasiado pronto perderá el interés en ti’, ‘si lo va contando por ahí todos pensarán que eres fácil’, ‘tienes que valorarte’, o ya tirando del refrán patrio más necio ‘el hombre promete hasta que la mete’. ¡Menuda responsabilidad, chica!
Si lo poco que hemos avanzado te ha servido para dejar atrás estas bobadas, entender que la virginidad es un concepto arcaico que curiosamente solo está relacionado con la penetración vaginal, (la penetración anal, la masturbación mutua, el sexo oral y demás prácticas parecen no tener nada que ver con la virginidad) y que no se pierde nada y se gana mucho, enhorabuena. Llega entonces el miedo de que tu primera vez se convierta en una película de Tarantino, dolor y sangre por todas partes.
Si utilizas tampones, pierdes la virginidad
Claro que no. Perder la virginidad implica tener relaciones sexuales. Es frecuente que entre las mujeres que nunca han experimentado una penetración vaginal surjan preguntas de este tipo. Todo normal. El problema, como siempre, es la falta de información adecuada y fiable. En primer lugar, y tal y como explica la sexóloga Laura Morán, el himen no es esa “telita” que nos han contado, sino “un pliegue de la mucosa vaginal” que protege la vagina. Cuando se empieza a menstruar, el cuerpo varía de método protector y cambia la barrera física por una química. Es decir, a partir de la primera regla el himen se va deteriorando de forma natural, va perdiendo grosor, y lo que protege la vagina a partir de este momento es su pH y la flora vaginal.
“El himen es elástico”, explican las doctoras noruegas Nina Brochmann y Ellen Stokken Dahl en su ensayo ‘El libro de la Vagina’, “tiene forma de media luna o de aro y puede expandirse hasta dejar entrar el pene o un tampón sin sufrir ningún daño. En otras palabras, la primera vez que hay sexo no tiene por qué haber dolor o sangrado y muchas mujeres mantienen su himen intacto después de su primera experiencia sexual”. Para resumir, ¿puede romperse el himen por introducir un tampón en la vagina? Lo normal es que no, pero podría ocurrir. En todo caso usar un tampón no comporta la pérdida de la virginidad y tampoco es doloroso.
Siempre se sangra al perder la virginidad
No. Como hemos explicado, el himen va perdiendo grosor desde que baja la primera regla, esto también significa que cada vez está menos vascularizado y más dañado. De hecho, en la mayoría de los casos, ya está parcialmente roto, por lo que resulta muy sencillo de ‘romper’, si se puede llamar así. El caso es que aunque algunas mujeres experimentan un leve sangrado, la mayoría no sangra nada.
¿Y si sangras un poco, qué? No pasa absolutamente nada, no tendrás que ir al médico a que te hagan un torniquete ni precisarás transfusión alguna, como mucho será la sangre que suelta la piel de un dedo cuanto te cortas con una hoja de papel.
Perder la virginidad duele
Otro tema peliagudo, pero te garantizamos que por muchas historias de miedo que te hayan contado por ahí no, no tiene por qué doler. Según explica Morán en su libro Orgas(mitos), “la primera penetración puede ser incómoda (…) A veces duele, sí, pero no porque deba dolernos, sino porque vamos tan asustadas, inquietas y casi siempre inexpertas que sentimos miedo y nos contraemos, literalmente”. Para entendernos, el miedo hace que aprietes los músculos vaginales y eso es lo que provoca las molestias durante la penetración.
Para tranquilizarte aún más te diremos que la vagina es absolutamente flexible, se expande, se amolda, por lo que sí, te entrará su pene, igual que te entran los dedos de una mano o cualquier juguete sexual. Recuerda que tú saliste por una vagina, así que hasta que no encuentres un pene de tres kilos, tranqui.
La primera vez no se necesita condón
Si esto te lo ha dicho tu pareja, corre como Forrest Gump, por favor. Las vacunas no tienen chips, la homeopatía no sirve de nada, y la primera vez que mantengas relaciones sexuales tienes que usar condón. La primera, la segunda y la decimoquinta, siempre, vamos. También durante la primera vez puedes contraer la sífilis o quedarte embarazada y el preservativo es el único método anticonceptivo que te protege de ambas cosas al mismo tiempo.
Si te masturbas pierdes la virginidad
Una vez más, ¿a qué llamamos perder la virginidad? Si solo practicas sexo oral con tu pareja ¿eres virgen?, si eres lesbiana y nunca penetra un pene en tu vagina ¿te mueres virgen? Si nunca has tenido un coito pero masturbas a tu pareja y él te masturba a ti, ¿eres virgen? Si solo practicas la penetración anal, ¿eres virgen?
Si estamos hablando de nuevo del mitificado himen, entonces depende de cómo te masturbes. Un succionador de clítoris o un estimulador de clítoris no te tocará el himen. Un juguete insertable de grandes dimensiones puede que sí lo haga, en todo caso ¿qué más da?
Se puede recuperar la virginidad
La primera vez que escuchamos hablar de la himenoplastia nos quedamos picuetos. Pero resulta que sí, existe una operación para reconstruir el himen (parece que Leticia Sabater se ha sometido a ella). La pregunta es ¿por qué querrías hacerlo? El himen cumple su función durante la infancia y antes de que llegue la primera regla protegiendo la vagina de posibles infecciones. Después de la menstruación solo sirve para someter y controlar a las mujeres enarbolando palabras como virtud y pureza. Cuando llegue tu momento, si llega (porque tener sexo con penetración no es indispensable para vivir una vida sexual plena), piérdelo tranquila y para siempre, como dijo Labordeta, ¡a la mierda!