Sangre y sexo, una combinación perfecta para una cita nocturna. 'Navidades negras' (1974), 'La matanza de Texas' (1974), 'La noche de Halloween' (1978), 'Viernes 13' (1980) y, por supuesto, 'Pesadilla en Elm Street' (1984) son algunos de los clásicos que sentaron las bases del subgénero de terror que nos ocupa y que pueden lanzarte a los brazos de tu pareja de sofá en un subidón de adrenalina y miedo. Pandillas de adolescentes (atractivos, claro) con un nivel de inteligencia cuestionable y con las hormonas revolucionadas se enfrentan a un asesino psicópata con cierto encanto que quiere matarlos por una afrenta anterior, por una enfermedad mental, porque está loco de remate o porque pasaba por allí. El caso es que pone bastante esmero en su empeño. Hablamos del slasher, obviamente, y si algo nos ha enseñado este subgénero de terror, aparte de que no es un buen augurio ser rubia, negro o sheriff, es que el sexo precoz y aventurado acarrea la muerte. Sexo igual a muerte, primera lección.
¿Por qué las películas de terror odian el sexo?
Odiar, odiar, igual es mucho decir, porque es difícil encontrar una película de miedo, especialmente las filmadas entre los 80 y los 90, que no contengan una, o varias, escenas de sexo. Dejando a un lado los filmes de terror erótico (sí, esto existe) con títulos tan sugerentes como 'Cazadores de vampiresas lesbianas' o 'Zombie Strippers', la siguiente imagen se sucede en un buen número de películas slasher. Un grupo de adolescentes corre por el bosque bajo la lluvia, huyendo; la cámara se fija entonces en una muchacha con la ropa tan mojada que comienza a transparentarse, ¡vaya por dios, qué mala suerte! Es su sentencia de muerte. La que sobrevivirá hasta el final será esa morena más recatada que se mantiene pura por mucho que su novio insista (por cierto, el novio también morirá, por incitar al sexo y por pesado). Todo muy moralizante.
Otra escena. Alguien observa una casa desde su parte exterior, arropado por la oscuridad se acerca a la ventana. Una pareja de adolescentes tontea en el sofá. Oyen un ruido, pero pueden más las ganas y parten escaleras arriba hacia la habitación. La persona que observa se toma su tiempo, entra en la casa, enciende la luz de la cocina, abre un cajón y coge un cuchillo (no, no se lo traía de casa). Despacito, para aumentar la tensión del espectador, avanza hacia el descansillo y entonces baja el adolescente y abandona la casa sin ver al intruso. Entendemos que la chica se ha quedado sola arriba. Ahora ya sí, el extraño sube y entra en la habitación. La cama está deshecha y la chica se está cepillando el pelo, antes de que pueda defenderse la apuñala brutalmente. Por golfa, claro.
Y entonces, ¿por qué es una buena idea ver películas de miedo en pareja?
En la pantalla estará condenado, pero parece que en pareja está asegurado. Así lo acredita un estudio publicado en 'Psychology Today' que asegura que el miedo y la ansiedad incrementan la atracción física. Al ver películas de terror, nuestro cerebro libera dopamina, el neurotransmisor que regula la motivación y el deseo.
Así que vale, de acuerdo, el cine de terror sostiene que si tienes sexo morirás, pero ¿acaso hay mejor forma de hacerlo? Esta noche no te quedes dormido, pero no por miedo, sino por gusto.