Pobre Marilyn, ni muerta puede descansar de los pesados

Pobre Marilyn, ni muerta puede descansar de los pesados

“¿Qué dice, profesor, deberíamos casarnos y tener un hijo juntos? ¿Se imagina un bebé con mi belleza y su inteligencia?”, le preguntó Marilyn Monroe a Albert Einstein al conocerse. “Desafortunadamente, me temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y con su inteligencia”, dicen que le respondió el genio de la física esbozando una sonrisa. Lo que seguramente ninguno de los dos se hubiera creído es que ella, la belleza fulgurante, el glamour, la más deseada, la ambición rubia, el mito, era también la más inteligente de los dos. Con un cociente intelectual de 165, cinco puntos por encima del de Einstein, Marilyn era mucho más que la imagen que le devolvía el espejo.

¿Quién no recuerda su ‘Happy Birthday Mr. Presindent’? En aquella fastuosa celebración del 45 cumpleaños de Kennedy también participaron Ella Fitzgerald, Harry Belafonte, Jack Benny, y hasta la mismísima María Callas (convertida, gracias a la famosa impuntualidad de Marilyn, en su telonera), pero nadie lo sabe, lo único que se recuerda, lo único que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo es el ‘Happy Birthday Mr President’. El morbo de contemplar esa insólita escenificación del adulterio tiene, sin duda, parte de responsabilidad, pero hay otra razón, Marilyn lo eclipsaba todo. Otro ejemplo. ¿Quién no ha visto a Marilyn refrescando sus piernas sobre la salida de ventilación del metro? Mil veces emulada, es una de las estampas más famosas del siglo XX y desde luego, la más célebre de ‘La tentación vive arriba’. Todo el mundo conoce la fotografía pero no todos han visto el filme, de hecho, el que ahora quiera sentarse en el sofá y revisitar el clásico de Billy Wilder no encontrará ese plano por ninguna parte.

Norma Jean se sobrepuso a la ausencia de su padre, a una madre aquejada por trastornos psiquiátricos, a los abusos, las violaciones y a una infancia entre orfanatos y casas de acogida. Sin embargo, y convertida ya en la estrella más brillante del Hollywood de los 50, nunca consiguió sobreponerse a su imagen de sex symbol, de rubia despampanante y un poco boba, de preciosa frivolidad. Ella, que participó en 29 películas consiguiendo un globo de oro y varios Baftas, que se comprometió políticamente, que estudió en su tiempo libre convirtiéndose en una culta y ávida lectora, y que consiguió que comedias insulsas sean recordadas solo por ella, no logró que nadie viera más allá de la evidencia de su cuerpo.

No accedió a abandonar su vocación para ser una ama de casa millonaria casada con el gran Joe Dimaggio. Él envió rosas rojas a su tumba tres veces por semana durante más de tres décadas. Más tarde, el más listo entre los listos, el dramaturgo Arthur Miller, tampoco supo entender a la mujer que había detrás de Marilyn, y ella, que lo miraba como si jamás hubiera visto a otro hombre, que pensaba que Miller tenía la respuesta a todas las preguntas que se agolpaban en su cabeza, se hundió de nuevo. Ella lee el cuaderno del genio. “No debería haberme casado con ella”.

Un anciano millonario compró el nicho superior e hizo que lo enterraran boca abajo para estar ‘cara a cara’ con ella 

Marilyn aspiraba a ser mucho más que una belleza. En su biblioteca, catalogada por Christie´s tras su muerte, había más de cuatrocientos volúmenes. Thomas Mann, Faulkner, Alberti, Lorca, algunos de los escritores más grandes de todos los tiempos se encontraban allí, entre los muros de Norma. Laurence Olivier, con quien protagonizó ‘El príncipe y la corista’, y que dijo, durante el rodaje, que su odio hacia ella era “una de las emociones más fuertes que había sentido nunca”, tuvo que reconocer una vez visionada la cinta lo “maravillosa que era”. Tanto que lo había vuelto a hacer, había eclipsado a Olivier. La película era ella.

“Si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era Marilyn en realidad, ¿qué contestarías? Le preguntó una tarde a su amigo Truman Capote. La historia la cuenta él mismo en un relato. “Apuesto a que dirías que era una palurda”. “Por supuesto” contestó él, “pero también diría… diría que eres una adorable criatura”. La tristeza no la dejó seguir y con 36 años la encontraron muerta, pero ni así la dejaron tranquila. Su ropa, su maquillaje, todas sus pertenencias, hasta su expediente médico se ha subastado. Un anciano millonario compró el nicho superior e hizo que lo enterraran boca abajo para estar ‘cara a cara’ con ella. Hug Heffner compró el de al lado, porque, según dijo, ¿quién no querría pasar la eternidad junto a Marilyn? Ni muerta puede evitar que vean solo a Marilyn, ni muerta puede descansar de los pesados que se le acercan para preguntar ¿hay alguien a tu lado, guapa?

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