S de sexo, el cine español que llenó la pantalla de culos y tetas por “necesidades del guion”

S de sexo, el cine español que llenó la pantalla de culos y tetas por “necesidades del guion”

La represión y el férreo control de la sexualidad tienen resultados curiosos, divertidos, dramáticos y desastrosos. España es un país de contrastes, de eso no hay duda, y durante cuarenta años las jóvenes como dios manda se cosían los botones de la camisa para evitar un posible toqueteo mientras sus madres contrataban como sirvientas a chicas sin recursos llegadas de los pueblos para que sus hijos dejaran en paz a la vecina y saciaran sus apetitos adolescentes sin consecuencias catastróficas (para ellos, claro). “Las señoras nunca vieron bien que sus hijos se iniciasen con las criadas, pero era para lo que realmente se las contrataba”, contó Francisco Umbral en su 'Memoria de un niño de derechas'. El cuerpo era el demonio y el placer era pecado. Pero había pecados y pecados, claro, y el cuerpo de una mujer era por naturaleza mucho más peligroso, la cuna de todos los males. Se podían mostrar pies, cara y brazos hasta el codo. Y ojo con no pasarse, así lo explicaba el pedagogo y propagandista católico Ángel Ayala Alarco en sus Consejos a las jóvenes de 1947: “Qué modas tan indignas, ¡tan atentatorias al pudor! (…) Brazos descubiertos hasta cerca del sobaco ¡casi van peor que desnudas!”.

Ante este panorama, no es extraño que una vez muerto Franco las salas de cine se llenaran de gente dispuesta a ver un desnudo a cualquier precio. Después de cuarenta años de censura en los que apenas se había podido ver un beso, de repente ya no hacía falta cruzar los Pirineos para ver una escena subida de tono, (no hay que olvidar que los viajes a Francia solo para ver una película con contenido sexual fueron tan frecuentes que 'El último tango en París' fue exhibida con subtítulos en castellano). Nace así el ‘género S’, una boyante industria audiovisual que comenzó con el desnudo integral de María José Cantudo en 'La Trastienda' y que inició una carrera infatigable por conseguir el título más ‘molón’ y disparatado.

No había lugar para mojigaterías y sutilezas. Así fueron sucediéndose maravillas como ‘El fontanero, su mujer… y otras cosas de meter’, ‘Mi conejo es el mejor’, ‘La zorrita en bikini’, ‘Con bragas y a lo loco’, ‘El higo mágico’ o ‘No me toques el pito que me irrito’. Pura poesía. Aquello fue un despiporre de culos y tetas mucho antes de que se pusiera de moda la depilación brasileña, poco o nada tenía que ver el argumento, la gente quería ver carne y carne se ofrecía. “En general eran películas bastante malas. Después del rodaje venían las orgías, después de pasar todo el día poniéndonos cachondos”, cuenta el actor Emilio Linder en ‘Sesión Salvaje’, un documental imperdible que repasa las películas de serie B en España.

Aclaremos que ‘para mayores de 18 años’, ‘películas X’ y ‘películas S’ no eran lo mismo. Estas últimas se exhibían en las salas de cine corrientes, a diferencia de las clasificadas X, condenadas al circuito minoritario de las salas pornográficas. Colegialas, tríos, lesbianismo, pero sin sexo explícito, esa era la diferencia. Ni porno ni simplemente destape, las actrices mostraban su cuerpo como símbolo de la nueva libertad en películas que, obviamente, eran profundamente machistas, y pasado el boom del género S pocas de ellas fueron capaces de integrarse en el cine convencional, marcadas como estaban por sus anteriores trabajos. ¿Paradojas? Muchísimas. Desde 1978 hasta 1983 millones de personas fueron en masa a ver estas películas; sin embargo, cuando en los noventa TVE estrenó ‘Hablemos de sexo’ para tratar con carácter divulgativo de temas como la masturbación o los métodos anticonceptivos, llegaron al ente miles de quejas por “fomentar en los jóvenes la práctica indiscriminada del disfrute carnal”. Como hemos dicho, un país de contrastes.

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