Todos tenemos una historia, pero la de Alejandro Albán merecía contarse y así lo ha hecho. Sin discursos ni alegatos, Solo los valientes (Círculo de Tiza, 2022) aborda la búsqueda de la propia identidad, la incertidumbre, la culpa y la transición hasta recibir, por fin, con 25 años, dos meses y 24 días una nueva partida de nacimiento. Hay momentos que marcan vidas y ponerse la bata de médico con la tarjeta identificativa señalando su verdadero nombre fue un nuevo punto de partida para la suya. Licenciado en Medicina y especialista en Psiquiatría, este granadino de 33 años intentaba escribir un ensayo y le salió una novela. No en vano es la literatura la mejor herramienta para narrar libremente (y con una maestría poco corriente en las primeras obras, por cierto) una autobiografía con sus angustias y zozobras. “No pretende ser la experiencia de ninguna otra persona”. Y es precisamente ese deseo de narrar su proceso vital como hombre trans y como hombre gay sin caer en generalidades ni pretender ser una guía lo que convierte su primer libro en un gran libro. Imprescindible, de hecho, para entender una realidad que a veces se antoja lejana.
“La conciencia de mi identidad se funde con los primeros recuerdos de mi vida. De pequeño, cuando me confundían con un niño sentía una alegría inmensa”. Por eso sabe que sí, la cultura influye en la manera de expresarnos, “por ejemplo, en una comida familiar ¿quién se levanta a recoger la mesa?”, pero “la identidad sexual sobrevive a la crianza”. Para Albán, quien considere que una mujer trans no es una mujer “no entiende lo que es una mujer”. “Es como decir que una mujer criada en un ambiente tradicional es más mujer que una criada en un ambiente de igualdad. Las mujeres trans también van a ser víctimas del sistema”. Y lanza una pregunta: “Si eres estéril o tienes problemas ginecológicos y no menstrúas, ¿no eres una mujer?” Por otra parte, no se dice, sostiene, que los hombres trans borren a los hombres, “parece que no existimos en el debate”.
Sobre la ley trans, y ya que no puede venir más a cuento, “en general”, dice, “me parece estupenda”. Como médico sabe que con algunos trastornos, como el psicótico agudo, “no se puede tomar esa decisión, pero para eso ya nos abrigan otras leyes y son además casos extremos que suponen un porcentaje pequeñísimo”. “En cuanto al apartado de la madurez, 16 años es edad suficiente. Es una ley bastante sensata. Una persona que lo tenga claro y quiera acceder a procesos de reafirmación va a tener resultados más óptimos si empieza antes”.
Albán, que inició su transición en la veintena, pasó una adolescencia difícil. “Estaba esperando, pero en plan, esta no es todavía mi vida aunque no sé qué haría falta para que lo fuese”. Y aunque en el libro se haya abierto en canal, se define como una persona cerrada, por eso fue hablando con su familia “muy poquito a poco, a cuentagotas”. “Quizá la conversación más difícil fue con mis padres y sorprendentemente con mi abuela fue bastante sencillo”. En cuanto a la atención sanitaria “tuve mucha suerte desde el principio, estoy muy contento con el trato recibido”. Habla, eso sí, de la sanidad pública. “En la privada tuve algún encontronazo con un psiquiatra que se empeñaba en seguir llamándome bonita, pero cuando te encuentras con alguien que te trata de forma inadecuada no significa que falle todo el sistema”.
Le preguntamos ahora por la desinformación y los lugares comunes que aún perviven. “La confusión entre orientación e identidad es muy frecuente. Por ejemplo, cuando eres un hombre trans y gay o una mujer trans y lesbiana mucha gente dice ‘entonces, ¿por qué te cambias?’” Asegura que Madrid es uno de los destinos principales de las personas LGTB porque es una ciudad muy abierta, “fue precisamente aquí donde empecé un taller de novela”. Taller que le sirvió para dar forma a una historia personalísima que ha querido compartir con todos. Médico, psiquiatra y escritor, son muchas las identidades que caben en una persona.
