¿Antidepresivo, hidratante, nutritivo o gota de cerebro? Verdades y mentiras del semen

¿Antidepresivo, hidratante, nutritivo o gota de cerebro? Verdades y mentiras del semen
Sara Martínez 27/1/2022

Esperma, lefa, simiente… el semen, procedente del latín semen, seminis (semilla), es esa sustancia líquida y blanquecina que ocupa cada poco titulares del tipo ‘4 recetas de cocina para preparar con semen’, ‘Las múltiples y beneficiosas propiedades del semen’, o ‘Tragar semen, ¿puede dañar el estómago?’ Está claro que el tema interesa, pero no dejes que te la cuelen. El semen no tiene ninguna propiedad alimenticia porque todos sus componentes están presentes en cantidades demasiado pequeñas para tener un efecto real, así que cocinarlo por su valor nutricional no merece la pena, si lo haces, hazlo por gusto. Sí que contiene, en cambio, cortisona, oxitocina, prolactina o serotonina, entonces ¿combate la depresión? Hay encuestas que sugieren que sí, pero los expertos han cuestionado los datos y ningún médico lo ha recomendado de momento como ansiolítico (lo que sí mejora el estado de salud es una vida sexual saludable y satisfactoria). En cuanto al último titular mencionado, por favor. A menos que recojas muestras durante años e ingieras tres litros de golpe, la respuesta es no.

Lo que sí es real es que empieza a producirse durante la pubertad, que se genera en los testículos y que en cada eyaculación se expulsan entre 1,5 y 5 mililitros (aunque depende de la abstinencia sexual previa) de los que menos del 10 por ciento corresponden a espermatozoides. Que por cierto no son ‘animánculos’ ni diminutos seres humanos completamente preformados en su interior, como pensaron los primeros investigadores que observaron el semen a través de un microscopio. 

También conviene saber que el olor del semen varía en cada individuo, pero haberlo haylo, como las meigas. Por eso al servicio de inteligencia británico le salió mal aquello de que cada hombre fuera su propia pluma. Al MI6 le funcionó durante un tiempo utilizar esperma a modo de tinta invisible, aunque finalmente les dio en la nariz que aquello se notaba a la legua. Y de tinta invisible ha pasado a ser utilizado como pigmento para pintar. Un tal Martín Von Ostrowski presentó su colección de cuadros al semen en el Museo Gay de Berlín. Para realizarlos, dijo, tuvo que eyacular en más de mil ocasiones. Que si Cleopatra lo utilizaba como crema fácil superhidratante, que si adelgaza, que si previene enfermedades… no hace falta inventarse mamarrachadas para ingerirlo, si gustas, o hacer con él lo que te parezca.

A lo largo de la historia se ha otorgado a esta secreción diferentes significados. Aristóteles creía que el semen eran fuente de energía y por tanto la eyaculación podía afectar negativamente a la nutrición y al crecimiento de los muchachos. Para los pitagóricos era una gota del cerebro, por lo que la eyaculación suponía la pérdida de fósforo cerebral. Así, la masturbación llenaba las calles de chavales sifilíticos de cerebro reblandecido. Y todavía hoy, en algunas comunidades de Papúa Nueva Guinea, es el semen de los más viejos el que fortalece la virilidad de los jóvenes. Se beben la masculinidad a sorbos, literalmente.

Lo último que sabemos al respecto es que el semen de los no vacunados de COVID es la última esperanza para un grupo bastante numeroso de negacionistas estadounidenses. Cuando la hecatombe se acerque, ese esperma, esperamos que conservado al menos en frío, será la única manera de garantizar la supervivencia de la especie.

Semen retentum venenum est, decían los clásicos, es decir, el semen retenido es peligroso. Despilfárralo por puro gusto.

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