Bud sex, sexo entre hombres heterosexuales blancos o sexo entre gais homófobos y racistas

Bud sex, sexo entre hombres heterosexuales blancos o sexo entre gais homófobos y racistas
Sara Martínez 23/6/2022

Prohibidos los besos, las caricias, el contacto visual o cualquier otra muestra de lo que ellos consideran conexión emocional o romántica. Permitidas penetraciones, masturbaciones y felaciones. Es el sexo entre colegas o ‘bud sex’, hombres blancos (así se definen ellos) y heterosexuales, muchos de ellos casados con mujeres, que practican sexo “sin etiquetas ni complejos”. Vamos, un “¿nos hacemos unas pajillas? Pero sin mariconadas, ¡eh!” en toda regla. Bendito sea el sexo consentido, pero contradicciones haberlas haylas.

Que todos somos un poco bisexuales ya lo planteó Martínez Lázaro hace casi 20 años en su comedia Los dos lados de la cama, sin embargo, los nuevos giros en tendencias y orientaciones sexuales no dejan de sorprendernos. Cómo construimos nuestra identidad sexual daría para otro artículo y las categorías, rígidas y encorsetadas antes, se flexibilizan a medida que avanzamos hacia una sociedad más libre sexualmente.

No obstante, el sexo o las incursiones homosexuales entre hombres que no se definen como gais tampoco son nada nuevo. En Roma y Grecia no era raro que los hombres tuvieran amantes masculinos y parejas femeninas, la tradición samurái contemplaba el sexo entre los jóvenes aprendices y sus maestros para evitar la feminización de los futuros guerreros, y todos conocemos a esos chavales que quedaban para masturbarse en grupo, unos al lado de los otros pero cada uno concentrado en su tarea. Lo llamativo del bud sex son los términos y condiciones, la letra pequeña del contrato.

El fenómeno lo investigó Tony Sylva, sociólogo de la Universidad de Oregón, entre un grupo de hombres blancos del medio rural americano. Los resultados del estudio concluyeron que estos varones que seleccionan a sus compañeros en base a criterios como la masculinidad, la raza y la identidad sexual, tienen encuentros secretos que interpretan como ‘ayudar’ a un amigo o como una manera de aliviar sus instintos sexuales. Los practicantes del bud sex evitan, además, las relaciones con hombres abiertamente gais y muestran un rechazo a lo que entienden como comportamientos homosexuales que raya la homofobia.

Para entender mejor de lo que estamos hablando nada como echar un vistazo a páginas como http://straightguise.com/ o a libros como Not gay: sex between white straight men ('No gay: sexo entre hombres blancos heterosexuales'), escrito por la profesora de la Universidad de California Jane Ward. En la primera web publicitan una ‘guía para mujeres preocupadas por sus hombres’ que intenta dar respuesta a “por qué los hombres heterosexuales tienen sexo con hombres”. Para Ward, según se explica en esta descripción de su obra, “estas prácticas sexuales revelan un espacio social único donde los hombres blancos heterosexuales pueden, y lo hacen, tener relaciones sexuales con otros hombres blancos heterosexuales. De hecho, argumenta, hacerlo reafirma en lugar de desafiar su identidad racial y de género”.

Sin duda, la educación y el contexto social influyen en la manera de identificarnos sexualmente, pero el miedo que parecen tener los budsexers a ser tildados como homosexuales solo ha servido para que muchos los tachen precisamente de homosexuales reprimidos y machistas. ¿En base a qué? A anuncios en páginas de contactos, por ejemplo, en los que utilizan expresiones como ‘solo hombres masculinos’, 'porno estrictamente hetero', o ‘sin entrar en prácticas gais’. Un pánico a la pluma, oiga, que ni Homer Simpson.

La diferencia entre ser homosexual o no serlo no está en una penetración sin besos. No son las caricias el problema, sino identificar un gesto de cariño como algo femenino y rechazarlo por ese mismo motivo. La sexualidad fluida y el sexo sin etiquetas son otra cosa, una que nada tiene que ver con la doble vida y la vergüenza.

Todo de portada: fotograma de Torrente, el brazo tonto de la ley

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