De ninfómanas y sátiros

De ninfómanas y sátiros
Sara Martínez 28/7/2022

Apetencia sexual insaciable en la mujer, eso nos dice la sacrosanta RAE que es la ninfomanía. Su homólogo masculino, que sí que existe aunque el término prácticamente se desconozca, es satiriasis. Pero ni satiriasis ni sátiro se utilizan para denostar, quizá porque es el deseo de la mujer y no el del hombre el que se ha pretendido siempre controlar y censurar. Son ellas las que pueden pecar de desear demasiado cuando deberían desear lo justo, lo convenido, un poco menos que ellos para que cuando por fin abras las piernas sientan que se lo han ganado. Pero ojo con pasarse de estrecha y no sucumbir a su debido tiempo a sus encantos sexuales, que el trecho que separa a las frígidas de las ninfómanas tiene el grosor de un hilo.

¿Tú no serás ninfómana o algo? Podría ser una historia inventada, pero lamentablemente es cierta. Años 20 del siglo XXI, momento difícil, y no solo por la pandemia y la proximidad de la guerra mundial Z, los hombres tienen que desaprender los roles tradicionales. Antes, ellos cortejaban y ellas eran el objeto de deseo y ahora, ¡vaya por Dios!, ya no. El problema, como bien nos explicó la sexóloga Laura Morán, es que “es mentira que siempre estén dispuestos. No pasa nada si un día no te apetece, pero ellos no son conscientes de que no pasa nada”. Si ella fuera ninfómana sería más fácil, su apetencia es insaciable y eso ya no es cosa tuya.

Pero no lo es. Como tampoco lo eran Marguerite Duras, expulsada del Partido Comunista Francés por “ninfómana, arrogante y de moral suelta”; Simone de Beauvoir, tachada de insatisfecha, frígida, ninfómana, lesbiana y abortista tras la publicación de ‘El segundo Sexo’; Catalina la Grande, de la que además se dijo que había muerto mientras tenía relaciones sexuales con un caballo cuando la mató algo tan prosaico como una apoplejía; o Lucrecia Borgia, a la que utilizaron como mercancía casándola y enviudándola según las alianzas políticas del momento.

Algunas tuvieron numerosos amantes, otras decidieron escribir libremente sobre sexo y las menos osaron ostentar poder sin asomo de recato, pero ninguna de ellas fue ninfómana por más que se empeñen la historia y algunos periodistas y editores que saben que cualquier nombre unido a ‘ninfómana’ asegura unas cuantas miles de entradas. Y es que ningún sexólogo hoy (esperemos) diagnosticaría a nadie de ninfomanía o satiriasis, para empezar, porque el deseo no es cuantificable. ¿Cuánto es mucho?, ¿todos los días, dos veces al día, tres veces a la semana, una vez al mes?, ¿cuál es la medida de deseo correcta?

Actualmente se habla de hipersexualidad en ambos géneros y aunque existe el debate, no está incluida como trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Aunque los expertos sí hablan de problema cuando el impulso sexual se convierte en una adicción que interfiere en tus rutinas con un impacto negativo en la salud, las relaciones sociales o la vida laboral. Conducta que, según las pocas estadísticas disponibles, se da en mayor proporción en hombres que en mujeres.

Un sátiro es un ser de la mitología grecorromana con una erección perenne, no un hombre que quiere sexo tres veces al día. Y una mujer que manifiesta su deseo sexual, que tiene una vida sexual activa con una o varias parejas, que se masturba o se acuesta con distintas personas, o que toma la iniciativa no es una ninfómana. Ni putas ni pías, señores, libres.

SYSTEM_GEOWEB_TITLE

Detectamos que navegas desde una ubicación diferente a la que corresponde a esta web. Por favor, confírmanos que sitio quieres visitar