Emilia Pardo Bazán, la escritora feminista y conservadora que se acostó con quien quiso

Emilia Pardo Bazán, la escritora feminista y conservadora que se acostó con quien quiso
Sara Martínez 8/3/2022

Coqueta, grande, ambiciosa, gallega sin fronteras de autoestima inquebrantable, ¿chula?, mogollón. Feminista. Moderna y conservadora, contradictoria, católica y brillante. Pero sobre todo libre. El mayor logro de doña Emilia Pardo Bazán (porque ella sí se ganó el doña a pulso) fue cuestionar y derribar el dogma casi de fe que decretaba la inferioridad intelectual de las mujeres. Autodidacta o como ella misma dijo “maestra de sí misma”, fue una doble privilegiada, por nacer en el seno de una familia aristócrata de excelente posición económica y por contar con un padre que en contra del credo imperante en la época la animó siempre a no dejarse amilanar por nadie “porque no hay dos morales para dos sexos”. Pero sí las había, por supuesto, y Emilia luchó por el derecho de las mujeres a estar en las mismas instituciones, ocupar los mismos sillones, leer los mismos libros y tener los mismos orgasmos. La libertad, en fin, de saciar el deseo, se encuentre donde se encuentre.

Cambió las clases de piano por el estudio del latín. Fue la primera mujer socia del Ateneo de Madrid, la primera mujer en conseguir una cátedra en la universidad española, la primera escritora española en introducir el naturalismo a este lado de los Pirineos con ‘La tribuna’, y la tercera en ser rechazada como miembro de la sacrosanta y muy machista Real Academia de la Lengua. “Incapaces los hombres de equipararse a las mujeres, se dedican a difamarlas”, le escribió a Galdós, y parece que tenía razón a tenor de los comentarios que le dedicaron algunos ilustres compañeros de profesión.

“Así, lastrada por la lactancia y el embarazo, no puede entrar en la Academia", dijo Juan Valera, que además añadió que “su culo no cabría en el sillón” porque era una “sandía con patas”. Baroja manifestó que Emilia era “de una obesidad desagradable”, Pereda la llamó “matrona barriguda”, Zorrilla la tachó de “metomentodo” y el epílogo a esta elegante retahíla lo puso Clarín con “el día que se muera, habrá fiesta nacional”. Evidentemente, también cayeron por ahí calificativos más mundanos como puta, marimacho o marisabidilla, de los que tampoco conviene hacer sangre porque cada una da para lo que da. No sabemos si estos señores tenían miedo a las tetas o al talento de la gallega, pero desde luego temían algo.

“Yo soy una radical feminista; creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer”, dijo. ¿Le ofenderían a ella estos ingeniosos comentarios con más olor a cerrado que un piso de estudiantes? Seguramente al principio, aunque el ser uno de los tres escritores más vendidos de tu época y vivir como te da la real gana merma la indefensión en la que vivían la mayoría de sus coetáneas. Emilia, que quería ver y saber de todo porque “estrechar y reducir es perder y yo no quiero perder nada”, luchó contra el papel de la mujer como madre, cuidadora y animal doméstico. “Todas las mujeres conciben ideas, pero no todas conciben hijos. El ser humano no es un árbol frutal que sólo se cultive por la cosecha”. Entre su marido, con el que casó con 16 años, y la literatura, escogió la literatura.

Se separó, viajó, leyó, investigó y se entregó a las pasiones del cuerpo con vehemencia y sin culpa, como se aprecia en la correspondencia que mantuvo durante años con Benito Pérez Galdós. Su “admirado maestro” se convirtió en “miquiño adorado”, “ratonciño amado” y “pánfilo de mi corazón”. Él tuvo otras amantes, algo por lo que ella jamás le pidió cuentas. Galdós, sin embargo, sí se sintió herido tras el affair de doña Emilia con Lázaro Galdiano. Pero entre las cientos de frases que se dedicaron nos quedamos con la belleza y el simbolismo de esta: “Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria… y si no, también muy bien, siempre será una felicidad inmensa que contigo y solo contigo se puede saborear, porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro”·

“Si en mi tarjeta pusiera Emilio, en lugar de Emilia, qué distinta habría sido mi vida”, dejó escrito. Nosotras, sin embargo, celebramos su sexo, su género, su literatura y su lucha.

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