Durante un proceso por brujería en el año 1593, el verdugo a cargo del examen, un hombre casado, descubrió -todo indica que por primera vez- el clítoris, y lo identificó como una marca del diablo. Era una prueba irrefutable de la culpabilidad de la acusada. Según se cuenta, mostró aquella rareza a los espectadores, tan asombrados por el hallazgo como su mismo colonizador. Hacía poco más de treinta años que Colón, pero no Cristóbal sino Renaldo, había encontrado aquel órgano extraño en sus peregrinajes anatómicos. Pero sin Twitter, claro, las noticias no corrían igual de rápido. Ahora, en cambio, existen todo tipo de altavoces para aquellos dispuestos a expresar su opinión sin vergüenzas, por controvertida que sea. Y la llave mágica del placer femenino, que siempre ha caminado entre las aguas de la indiferencia y el desconocimiento, se encuentra hoy con un nuevo frente abierto: el negacionismo. “El clítoris no existe, es un mito de las empresas para vender juguetes sexuales”, afirmó un usuario en redes sociales hace más de un año. Según su teoría, los juguetes sexuales funcionarían gracias al “efecto placebo”.
Lo cierto es que no hay ninguna parte del cuerpo que haya levantado tantas ampollas. "Se erguirá y caerá igual que lo hace la yarda y hará que las mujeres sean lujuriosas y disfruten más de la cópula”, dijo de él la matrona inglesa Jane Sharp en el siglo XVII. Así que Sharp ya era más sabia que Freud, que dos siglos después reconoció que sí, que existía un orgasmo provocado por el clítoris, aunque lamentablemente se trataba de un clímax infantil y poco desarrollado que solo alcanzaría la mayoría de edad cuando se lograra por el lugar correcto, la vagina. Según el padre del psicoanálisis, las mujeres adultas que disfrutaban con la estimulación del clítoris eran “inmaduras” y “neuróticas”. Marie Bonaparte, descendiente de Napoleón, se obsesionó tanto con esta teoría que al no conseguir el clímax mediante la penetración concluyó que el problema era anatómico. Su clítoris no estaba lo suficientemente cerca de la vagina. Intentó poner remedio a esta distancia con una operación que, evidentemente, no salió como esperaba.
“Me llamaron insatisfecha, frígida, priápica, ninfómana, lesbiana, cien veces abortada –signifique eso lo que signifique– y hasta madre clandestina”, declaró Simone de Beauvoir tras la publicación de El segundo sexo. En el libro, la filósofa francesa hablaba sin tapujos de la sexualidad femenina, del clítoris, la vagina, la menstruación, el deseo, el aborto o la maternidad. Setenta años después del ensayo que nutrió a todo el feminismo de la segunda mitad del siglo XX, las cosas han cambiado, aunque parece que no tanto.
¿Qué es y para qué sirve el clítoris?
Según el libro Entre mis labios, mi clítoris: confidencias de un órgano misterioso, publicado en 2018 y escrito por Alexandra Hubin y Caroline Michel, una de cada cuatro chicas de 15 años desconoce la existencia del clítoris. Exactamente 462 años después de que Colón lo ‘descubriera’, las chicas de 15 años habían estudiado la lista completa de los reyes godos pero no habían oído hablar del clítoris. Así que, ateniéndonos a estos datos, tampoco es tan extraño que la búsqueda más popular en Google sobre el tema sea ‘¿qué es el clítoris y para qué sirve?’.
La única verdad es que sí, el clítoris existe y, por difícil que pueda resultar creerlo, su única función es la de proporcionar placer. Tampoco es un botón minúsculo, como se creyó durante años, mide aproximadamente diez centímetros y cuenta con 8.000 terminaciones nerviosas, el doble de las que tiene el glande del pene. Tiene bemoles que tenga que venir la industria a explicarnos dónde tenemos el qué. Nos imaginamos a los médicos y científicos que durante años intentaron buscarle sin éxito alguna función reproductiva revolviéndose en sus tumbas.
