Excesos sexuales de la monarquía inglesa: del ‘tampongate’ a la decapitación

Excesos sexuales de la monarquía inglesa: del ‘tampongate’ a la decapitación
Sara Martínez 22/12/2021

En todas las familias cuecen habas, y si no que se lo digan a Isabel II, que entre su heredero diciéndole por teléfono a su amante que quería ser su támpax mientras estaba casado con Diana, su hijo preferido liado con una actriz erótica, y el nieto pelirrojo disfrazado de nazi, se ha llevado unos cuantos disgustos. Y aun así, quizá el triángulo amoroso protagonizado por la princesa de Gales, Carlos y Camila haya sido el mayor escándalo de los últimos años, pero ni mucho menos el único en una corona con siglos de historia. De hecho, la renuncia al trono de su tío, Eduardo VIII, para casarse con Wallis Simpson, plebeya, estadounidense y dos veces divorciada, provocó un buen alboroto. Mucho más, por cierto, que la simpatía del tito Edu por Hitler, pero eso es otro tema.

Para empezar, sorprende (o no tanto) saber que la reina Victoria, que dio nombre a un periodo de férrea moral puritana, tuvo varios amantes tras la muerte de su marido, entre los que destacan dos de sus criados, John Brown (con quién se dice que se casó en secreto y tuvo un hijo), y Abdul Karim.

Nada del otro mundo, la verdad, si comparamos estos affaires sexuales con la prolífica vida marital de Enrique VIII. El monarca, que se casó 6 veces y se erigió cabeza de la iglesia anglicana cuando el Vaticano no quiso concederle el divorcio, se separó de su primera esposa, decapitó a la segunda, lloró a la tercera, repudió por fea a la cuarta, decapitó (de nuevo) a la quinta asegurando que la prueba de que no había llegado virgen al matrimonio eran sus grandes tetas, y murió antes de poder hacerle nada a la sexta. Ya ves, la suerte de la sexta la desea la primera.

Su hija, la de Enrique VIII decimos, heredó el amor paterno por la decapitación, y aunque la conocemos como ‘la reina virgen’, Isabel I tenía de virgen lo mismo que Warren Beatty. Entre sus amantes destacan Tomas Seymour y el conde de Essex, ambos acusados de conspiración y ajusticiados por mandato de su reina-amante.

Buceando un poco nos encontramos con Enrique I, de quien dicen que su apetito sexual era tal que dejó más de 20 hijos ilegítimos. Pero si tenemos que elegir solo a uno, nosotros nos quedamos con el orondo Eduardo VII. Ni el sobrepeso pudo con las ganas de este ingenioso rey amante de los banquetes, las juergas y las orgías. Según parece, mandó construir una ‘silla del amor’ que le permitía satisfacer a dos mujeres al mismo tiempo sin someter su cuerpo a demasiado esfuerzo. Si se quiere, se puede, ese es el espíritu.

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