Marisol y los asquerosos

Marisol y los asquerosos
Sara Martínez 15/9/2022

Ni las ilustres personalidades que pretendieron salir en su defensa dieron en el clavo. No sorprende tanto imaginarse a un Umbral que escribía exclusivamente para su propia gloria intentando sonsacarle a la Pepa adulta los trapos sucios de una infancia de explotación y abusos mientras intercalaba en el texto frases como “y vuelve a salir su hombro de Marisol, hombro delgado de Lolita del chupaytira, golfilla malagueña”. Pero cuesta más reconocer en estas líneas al Manuel Vicent de hoy: “Debe ser terrible que a una niña le apunten las tetitas en la rebeca bajo la atenta mirada espesa de un país entero (…) el candor de los ojos que se nubla en la picardía núbil de la mirada, la alzada que va tomando la grupa, la densidad de los muslos”. Que sí, que el contexto, que aquella sociedad no es esta, lo que quieran, pero aquella y esta tienen todavía una deuda inmensa con la cría talentosa y la dignísima mujer en la que se convirtió a pesar de nosotros.

Todo se sabe ya. Pepita era pobre, lo suficiente como para que Manuel Goyanes, el productor que la ‘descubrió’, la sacara del corralón malagueño donde compartían vida y una sola letrina 57 familias y se la llevara con él a su casa. Había que pulir aquel precioso diamante en bruto. Clases de equitación, cante y baile, tinte de pelo, operación de nariz, cambio de nombre y a producir. ¿Y la madre? A una pensión. ¿Y cuando iba a ver a la niña a casa de los Goyanes?, pues a comer en la cocina con el servicio, que no es prudente dejar a la plebe compartir espacio con los que no son de su clase.

Empezó entonces el idilio eterno del público con Marisol, aquella niña tan guapa, tan buena y que cantaba tan bien, con el salero y la picardía justas, que afrontaba todo con una sonrisa, la muerte de sus padres, vivir en un orfanato, que el abuelo la quisiera secuestrar. Una Heidi de carne y hueso con un deje flamenco. El recopetín de la España franquista. En sus memorias, el actor Paco Rabal contó cómo en una fiesta del cine en la que también estaba ella, un grupo de hombres llamó a la niña al grito de “Marisol, enséñanos las bragas”.

Llegó luego una adolescencia que quisieron retrasar a toda costa, incluso vendándole los pechos para que no se le notaran. Pero a pesar de aquella imagen infantil perpetuada hasta la vergüenza, a nadie le pareció raro que en ‘Las cuatro bodas de Marisol’, que rodó apenas con 19 años, la ennoviaran con un Jean-Claude Pascal que sobrepasaba los cuarenta. Cuando creció, Marisol quiso volver a ser Pepa. Hizo cine comprometido, se afilió al Partido Comunista. ¡Vaya descaro! Sus ideas políticas no gustaron a propios ni a extraños. Ni las mujeres más progresistas y reivindicativas supieron ver más allá de su puño en alto, igual que otros no podían ver más allá de su cuerpo.

En el 76, y sin su consentimiento, su foto desnuda aparece en la portada de Interviú. Fue el número más vendido de la historia de la revista, la imagen de la Transición, de las nuevas libertades, la niña que habíamos visto crecer aparecía “Desnuda y joven”, titulaba la publicación. Las fotografías se las había tomado seis años antes su fotógrafo de cabecera a petición de un productor extranjero que quería valorarla como pareja de Alain Delon. Así que no, Pepa no tenía ni idea de que su imagen desnuda iba a empapelar los cuartos de media España. La niña prodigio se convertía en mito erótico.

En el 79 dejó entreabrirse la caja de Pandora. “Yo tenía ocho años y dormía durante el viaje en la misma cama que la querida del empresario, una tal Encarna, que me daba unas palizas de muerte, pero con saña y mala sangre. Me tenía ojeriza, y no sé por qué todavía. En Lérida me dio tal paliza que me dejó el cuerpo como el de un nazareno. El empresario me invitó a comer en Gerona y me dijo que me levantara el vestido. Cuando me vio, mandó a llamar a mi padre inmediatamente y me mandó para Málaga. Figúrate tú cómo tenía que estar yo que, cuando llegamos al corralón, mi abuela al verme se desmayó en la hamaca. Y otra cosa más quiero decirte. Cuando yo dormía con aquella tía, el empresario se acostaba con ella y hacían de todo. Así que cuando llegué a Madrid estaba ya más rascada que la estera de un baño”. A Umbral le habló también de un piso al que acudían señores a verla a ella y a otras niñas desnudas. Lo contó y no pasó nada, no hubo respuesta.

Qué difícil es buscar la paz, cantaba Víctor Manuel. En 1973, un presentador de Informe Semanal que dejaba mucho que desear (vean la entrevista si no nos creen) le preguntó: “Marisol, niña prodigio. Marisol, adolescente menos prodigio. Marisol, mujer ¿qué?”. “Mujer actriz”, contestó ella. Desde su retiro en el 85 ni todos los cheques en blanco del mundo la han hecho regresar a primera línea. No se puede tener más dignidad. Pero ya la debíamos haber intuido.

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