Alrededor de la semana 20, la ecografía a la madre gestante suele resolver la pregunta que todos le llevan haciendo meses, ‘¿niño o niña?’. A Clara Montesdeoca, sin embargo, le decían que su bebé “no se dejaba ver”. La historia la cuenta ella misma en este directo de Instagram. Al dar a luz se resuelve el enigma, es niña, aunque tiene el clítoris un poquito más grande de lo habitual, a veces pasa, nada parece fuera de lo ‘normal’. A los 17 meses, y puesto que el tamaño del clítoris no merma, los derivan a endocrinología, donde, tras una serie de pruebas, le anuncian que su hijo tiene hiperplasia suprarrenal congénita. Ahí empieza todo. Información a cuentagotas y atropellada, decisiones que han de tomarse ya mismo, miedo y secretismo. “Nos recomiendan que no se lo contemos a nadie”. El falómetro, herramienta médica que determina el tamaño que debe tener un pene o un clítoris, dictamina que el de su hijo no será viable para penetrar y fecundar. Hay que hacer una transición completa al sexo femenino: extirpación, vaginoplastia e introducción de un consolador cada seis meses para dar forma a la vagina. Después de un sinfín de intervenciones, a los 12 años su hijo dice basta, es un hombre. “Para él fue una violación”, explica Clara. “No descubro la palabra intersexual hasta que mi hijo tiene 12 años, y ahí empieza mi activismo”.
Hablamos de la última y más desconocida de las siglas LGTBI, la I de invisibilizados, porque son pocos los que saben qué significa. Llamados durante años hermafroditas, el hermafroditismo es una condición de algunas plantas y animales como las lombrices de tierra, los caracoles y las estrellas de mar, especies que podrían autofecundarse, algo imposible en humanos. La intersexualidad, sin embargo, es algo mucho más amplio y complejo. Según explica la sexóloga Laura Morán en su libro Orgas(mitos), la intersexualidad es una condición con la que se nace y se produce “cuando el sexo cromosómico (siempre que hay un cromosoma Y se considera masculino) y/o el sexo gonadal (ovarios y testículos) y/o el sexo genital no se combinan de la manera más usual”.
Así, una persona con sexo cromosómico masculino (XY) puede tener genitales femeninos, una persona con clítoris puede tener testículos internos en lugar de ovarios, puede haber hombres que tengan la regla y mujeres que no la tengan jamás, clítoris más grandes de lo habitual, penes más pequeños… Variaciones ‘naturales’, tal y como define Naciones Unidas, que afectan aproximadamente al 1,7% de la población mundial. Como escribió la periodista de El País, Celia Blanco “el sexo genético no tiene por qué ser el genital; ese es un privilegio de las personas cisgénero, única y exclusivamente”.
Pero ¿ qué importancia tienen los genitales en la manera de educar a un niño? Por suerte, las cirugías ‘correctoras’ consideradas por muchos una mutilación genital, cada vez se realizan menos en España, aunque tanto las personas intersexuales como sus familias suelen vivir la soledad y la incomprensión de sentir el propio cuerpo como una aberración que no encaja en el sistema. “La vergüenza no existiría si lo viviésemos de manera natural desde pequeños”, explica Iolanda Melero, psicóloga y miembro de la asociación Kaleidos Intersex. Educación, información y referentes.
¿Y el papel de la sanidad cuál debería ser? “Atender las necesidades físicas que se presenten. En algunos casos las operaciones son necesarias, pero son los mínimos. Los médicos deberían controlar que todo esté bien y esperar a que la persona decida si quiere o no quiere hacer algo”. ¿Un consejo para las personas intersexuales y sus familias? “Hablar, darle voz, esconderte crea una barrera con los demás. Y busca apoyo, el camino solo es muy duro”.
Para saber más, informarte o buscar apoyo te recomendamos visitar las páginas ‘Caminar Intersex’, ‘Kaleidos Intersex’ y ‘Brújula Intersexual’.
