“Cuando te enamores de verdad verás que tengo razón”, le han dicho a Sandra Bravo en más de una ocasión, y es que tampoco ella, o mucho menos ella, una mujer que osa cuestionar el sistema sexual y afectivo en el que nos relacionamos, se ha librado de la condescendencia del que cree saberlo todo. Una época, una fase que inevitablemente pasará cuando asientes la cabeza, follar con todo quisqui, eso es lo que muchos imaginan cuando escuchan la palabra poliamor. “Hubo un tiempo en el que todo se centraba en preguntarme cuántas parejas tenía, el número, la cantidad o qué hacíamos o dejábamos de hacer en la cama”. El morbo vende, pero desde luego el que le espetó en un programa “tú eres muy guapa, pero el día de mañana quién te va a querer” no ha entendido nada. Para remediarlo, y ya que el saber no ocupa lugar, nada como leer el primer libro de esta periodista, activista y divulgadora. Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre, un título fantástico para un ensayo potente y honesto que desde la propia experiencia señala las fisuras de lo que nos han enseñado.
¿Por qué así y no de otra manera?, ¿por qué es más válido casarse y tener hijos que vivir en comunidad?, ¿por qué puedes tener (o no) una pareja y decidir compartir la crianza con tu mejor amiga?, ¿por qué el amor y la sexualidad es algo que solo puedes dar a una persona?, ¿por qué se continúan utilizando términos como puta o zorra para denigrar y humillar?, ¿por qué follar más te convierte en peor hija? “La sociedad te dice que es así, que tenemos que ser futuribles esposas y buenas madres, sexualmente activas, pero sin pasarnos. Controlar la sexualidad femenina es controlar muchas otras cosas”.
Bravo, que con 8 años le pedía a la Virgen un hombre bueno con el que casarse, “que te trate bien, eso es lo que te decían”, se dio cuenta de que no entendía el relato de la monogamia cuando apareció el deseo. “Eso de poner a la pareja en el centro de la vida. Lo intenté practicar y salí muy escaldada. Decidí dejar de faltarme al respeto e intentar hacerlo de otra manera”. Pero sin referentes y sin información corres el riesgo de sentirte como un bicho raro. Independizarse con 17 años y dejar la pequeña localidad de Alicante donde se había criado la ayudó a ser más libre.
El fenómeno del sexilio (término acuñado en 1997 por el sociólogo puertorriqueño Manolo Guzmán) no es nuevo. “En mi pueblo, por ejemplo, no hay hombres homosexuales que sean de allí, así que me falla la estadística, me hace pensar que hay mucha gente en el armario y mucha gente que se ha exiliado”. El peso del contexto queda claro. “Hay mucha autocensura también, hasta yo, si voy con dos mujeres, no las besaría delante de una señora mayor”.
Para los que tengan dudas, “poliamor no es polifolleteo, para mí es cambiar la forma en la que nos vinculamos socialmente, es un planteamiento político. Lo importante no es multiplicar las parejas, eso no cambia nada, lo importante es cuestionar los mandatos que hemos aprendido”. La responsabilidad afectiva y la necesidad de proteger otros vínculos son vitales para Bravo. “No se trata de cargar con la responsabilidad de nada, pero sí de responder ante una demanda. Puedo estar o no puedo, ser claros con lo que queremos y podemos ofrecer, no atormentar”. Y se trata también de dejar de callarse ante ciertas cosas. “Vivimos en una sociedad hipersexualizada, pero desde el punto de vista del consumo masculino. Y hablamos muy poco de la sexualidad desde un punto de vista más amplio”.
¿Tienen cabida los celos en el poliamor? “También los sentimos porque somos personas. Puedes sentir inseguridad por muchas razones y tienes que gestionarlo de manera sensata y amable contigo misma”. Ella, cuando conoce a alguien, se presenta con toda su identidad sobre la mesa, “no lo dejo para un segundo día. No aceptaría incluir a personas en mi vida que me obligasen a excluir a otras que ya están y son importantes para mí”.
Su discurso es innegablemente feminista en el sentido más amplio del término. Sabe que no hay un solo feminismo, en singular, pero para ella “no puede ser solo defender los derechos de las mujeres, tiene que combatir todo tipo de opresiones”. “Desde luego, hay activismos en los que te centras más y otros en los que te centras menos. No todo el mundo puede estar en todas las luchas, pero una cosa es no estar y otra estar jodiendo”. Así de brava es la Bravo, en la vida y en su libro.