Sapiosexual ¿cómo saber si lo eres?

Sapiosexual ¿cómo saber si lo eres?
Sara Martínez 30/5/2022

¿Te pone más una conversación sobre Schopenhauer que un culo para forrar pelotas? ¿Tu mirada se posa inevitablemente en esa persona que va leyendo en el metro? Si te enamoraste de tu profesor de filosofía o fantaseabas con la de matemáticas ya estás dentro, eres un sapiosexual de libro. Y a pesar del gusto extendido por los nuevos palabros y las etiquetas, esta no es una de esas tendencias surgidas al albor de las redes sociales. Para entendernos, el término es nuevo, pero no el concepto. La inteligencia es erótica, estimulante, ¿esnob? Depende de qué te admire que el otro sepa. La conversación ha sido siempre un preliminar excelente, pero a ti puede hacerte lubricar que tu pareja reproduzca de memoria los diálogos de los Goonies y al vecino que la suya sepa hackear los ordenadores del Pentágono.

Sapiosexual es todo aquel al que le tiemblan más las piernas ante unas neuronas despiertas que ante un cuerpo esculpido. Por eso, si en tus fantasías sexuales aparecen Marie Curie o Borges, debes saber que no estás solo. Existe una app para que los amantes del Ulises y la física cuántica se conozcan entre ellos, pero cuidado, que hay mucho mentiroso suelto, a ver si acabas presentándole a tu madre a alguien que lo último que ha leído es Fray Perico y su borrico. Ya lo dijo Eusebio Poncela en Martín Hache: “Hay que follarse a las mentes”.

La deslumbrante Marilyn cegada por el genio de Miller, Pardo Bazán y Galdós confesándose sexo eterno en cartas repletas de ternura y literatura, el amor de los científicos Ann Druyan y Carl Sagan viajando en la sonda Voyager a más de 23.000 millones de kilómetros de la tierra, o la hermosa y frágil Rita Hayworth enamorada del inmenso y vanidoso cerebro de Orson Welles, cautivos todos de la sapiofilia, aunque unos con mayor fortuna que otras.

En la mayoría de los textos que hacen referencia a este tipo de atracción se dice que abundan más las mujeres sapiosexuales que los hombres, algo que seguramente responda más a un cliché de género que a una realidad constatada. Aunque ninguno de los términos está recogido por la RAE, sapiofilia es la inclinación sexual por la inteligencia ajena y sapiosexual el sujeto que experimenta esa clase de atracción. Vocablos algo grandilocuentes para expresar algo que sucede más de lo que pensamos. ¿Se te caería el deseo en mitad de una cita si te sueltan “Confucio era un chino japonés que inventó la confusión”? Esa mitad que ha levantado la mano algo de sapiosexual tiene. Aunque cuidado, hay que moverse con elegancia por el filo de la navaja que separa a los que se decantan por una mente bien amueblada y a los zoquetes pretenciosos que citan a Sartre para no bajar la basura.

“No hay amor sin admiración”, decía Almudena Grandes, y según un estudio liderado por Gilles E. Gignac, profesor titular de la Universidad de Western Australia, la inteligencia sería para la mayoría la segunda cualidad más valorada en una pareja, solo por detrás de la amabilidad y la comprensión. Eso sí, a la luz de los resultados parece que pasarse de listo no es deseable. El CI de 120 fue calificado como el más atractivo sexualmente. Sin embargo, un cociente muy alto (de 135 o más) resultó no ser un nivel de exigencia demasiado atractivo para los encuestados. Pero ojo con creer que existe únicamente un tipo de inteligencia, porque puede que te excite un conocimiento enciclopédico sobre los gusanos de seda o puede que lo haga el humor, la inteligencia social, la capacidad de adaptación o su gusto por el Spaghetti Western.

Lo bueno de enamorarte de una mente es que no necesita bótox para mantenerse tersa, solo libros para seguir creciendo. O, en palabras de John Waters, “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles”.

Foto de portada: fotograma de la película Martin (Hache)

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