Sexualidad en Japón, del Air Sex a los hikikomori

Sexualidad en Japón, del Air Sex a los hikikomori

Todos conocemos a alguien así, el amigo que no se comía un colín pero volvía siempre del pueblo contando mil hazañas sexuales, o la amiga que le guardaba la ausencia a ese novio imaginario que tenía en Torrevieja. Inventarse ligues es una tradición tan nuestra como la siesta, pero mucho peor vista. Pues ahora imagina esto, le pides a tu amigo que te cuente cómo ha ido la noche, se levanta y al ritmo de la música recrea cada caricia, cada movimiento pélvico, cada morreo pringoso, pero él solito, vestido y sin nadie cerca. Nosotros no entenderíamos nada, pero esto, amigos, más que una moda es casi un arte. Lo han denominado Air Sex, se inventó en Japón (imaginamos que entre cuatro colegas aburridos y pasados de sake), se ha exportado ya a medio mundo y, por lo que sea, ha calado fuerte en Estados Unidos, donde ya se realizan campeonatos mundiales.

Si tienes pánico escénico no te lo recomendamos como pasatiempo, pero si lo tuyo es la interpretación, el Air Sex podría lanzarte al estrellato más rápido que un curso con Cristina Rota. Para que termines de entenderlo, vendría a ser algo así como el ‘Air Guitar’, tocar la guitarra sin guitarra. Y admitámoslo, esto sí lo hemos hecho todos. Vale, quizá no a nivel competición pero a nivel usuario ¿quién no ha fingido ser el guitarrista de Europe escuchando ‘The final countdown’? No digáis que no que algunos lo habréis hecho hasta con ‘Borriquito como tú’. Pues así es la cosa, en vez de guitarra lo que tienes que fingir es una vida. Las reglas son estrictas, te subes al escenario completamente vestido y simulas un tórrido encuentro. Tienes dos minutos para hacerlo y, eso sí, el orgasmo debe ser rigurosamente emulado (nada de actores de método que se metan demasiado en el papel, aquí las lágrimas han de ser falsas).

Es cierto que los amantes de la chorrada y la mamarrachez abundan (nos incluimos) pero no deja de ser curioso que el Air Sex se originara precisamente en Japón. Un país de sexualidad contradictoria en el que convive una imaginería erótica intensa, del que proceden los Shungas (estampas explícitamente sexuales de los siglos XVI y XVII), el manga y el anime porno, y que al mismo tiempo tiene palabras concretas para denominar a las personas, particularmente hombres, que llevan una vida sin sexo. Y es que, según explica el periodista Roland Kelts en The Guardian, el Japón sin sexo del que los medios de comunicación llevan años hablando está repleto de soshoku danshi (comedores de hierba pasivos), otaku (bichos raros asociales) o hikikomori (personas que se encierran en casa de sus padres sin relacionarse ni siquiera con ellos).

No vamos a analizar aquí las razones de esta pérdida de deseo sexual entre los más jóvenes, pero es curioso que un lugar que rechaza el sexo real si invente un juego para simularlo.

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