“¿Era su hija muy ligona?” Le preguntaron a la madre de Nagore Laffage en el proceso durante el que se juzgaba el asesinato de la joven de 20 años a manos de José Diego Yllanes, de 27, en los Sanfermines de 2008. Subieron a casa juntos, ella se negó a mantener relaciones sexuales y él la mató. Ya se habían besado y acariciado y él, dijo, “perdió la cabeza”. Fue homicidio y no asesinato, decretaron. Hoy, once años después, Yllanes está en libertad condicional y podrá ejercer como psiquiatra en la sanidad pública a partir de 2020.
Ocho años después, el 7 de julio de 2016, cinco jóvenes violan a una chica de 18 años en un portal de Pamplona. Lo graban en vídeo, ¿y por qué no? Después de todo estaban de fiesta y las buenas fiestas hay que recordarlas. Noventa y seis segundos de risas, órdenes y comentarios soeces. Noventa y seis segundos que fueron analizados fotograma a fotograma en una causa que movilizó a miles de personas y llenó las calles de un país en el que solo unos años antes, una concejal que acusaba a su jefe y alcalde de abusos sexuales era tachada de buscona, trepa y mentirosa, porque, al fin y al cabo, si antes se había acostado con él ¿por qué luego ya no? ¿o acaso no existe el derecho vitalicio de cópula?
En el proceso de la manada se debatió hasta la vergüenza si la víctima, (si, la víctima) había disfrutado, si había opuesto resistencia, si había abierto los ojos y cerrado bien las piernas. Un detective espió el comportamiento de la joven tras la agresión, si seguía con su vida o se encerraba a cal y canto en su casa, si estaba lo bastante triste, lo bastante hundida, porque según parece la víctima no tiene solo que serlo, también debe parecerlo.
Según constatan los datos de la Fiscalía General del Estado, el número de agresiones sexuales en grupo y los delitos contra la libertad sexual, especialmente entre menores, se ha incrementado en los últimos años. Mientras tanto, hay quien se pone a debatir sobre si una chica violada ha entornado los ojos poniendo cara de gusto o ha dicho las suficientes veces y con la contundencia apropiada que no, que no quería que la violasen por turnos mientras el resto tenía las manos ocupadas entre la masturbación y el móvil.
El silencio no es consentimiento. Que esté borracha no es consentimiento, que suba a tu casa no es consentimiento, que lleve minifalda o vaya desnuda no es consentimiento, si dice que sí y luego que no, ya no es consentimiento. Varios hombres contra una mujer sola entre gritos de ‘me toca a mí y ‘ahora te toca a ti’ es siempre violación. “Si a una persona la rodean cinco chicos de noche, borracha y, sin decirle nada, extienden la mano y le piden la cartera, siempre se va a considerar robo con violencia. Si le ocurre a una mujer y le piden relaciones sexuales, vamos a discutir si consintió o no. La violación debe ser un delito que se realiza sin consentimiento de la víctima y no contra su voluntad”, declaró la catedrática Patricia Faraldo en una entrevista a El País. Y es que no es menos violación si te lo piden por favor. Hasta que una mujer sola no pueda volver a casa de madrugada sin sentir miedo, hasta entonces, habrá que seguir peleando.