Hay dos tipos de violación diferentes, eso lo sabe el más tonto. No es lo mismo salir del trabajo, bajar a buscar el coche al aparcamiento (huye de ellos como del demonio) y que un depredador sexual, por supuesto desconocido y si es extranjero o negro mejor que mejor, se abalance sobre ti mientras intentas zafarte sin éxito, que estar borracha perdida después de haberte bebido hasta el agua de los floreros y que el pobre chaval que salió a ligar aproveche la coyuntura para apuntarse un tanto. A ver, que en los dos casos parte de la culpa la tienes tú, eso por descontado, pero en el segundo lo estabas pidiendo a gritos (que no se puede ser tan golfa) y en el primero pecaste de confiada, como si pudieses andar metiéndote en sitios oscuros y solitarios así como así, pobre imbécil. Las cosas son como son, no quieras venir ahora tú de Juana de Arco a cambiar el mundo. Hay dos enseñanzas terribles sobre las que se cimienta la educación de una niña, hay lugares y momentos que no son para ti y es mejor que lo aprendas por las buenas.
Para eso tenemos la cultura, a dios gracias, para enseñarnos lo que está bien y lo que está mal, una suerte de brújula moral a la que recurrir para despejar las dudas. En ‘Lo que el viento se llevó’, película basada en la novela de Margaret Mitchell, Rhett Butler (Clark Gable) somete a su esposa, Escarlata (Vivien Leigh), a una violación marital de libro. Ella se defiende, se resiste, pero finalmente disfruta. “Él la había humillado, lastimado, usado brutalmente a lo largo de una noche salvaje y loca, y ella se había regodeado con ello… Pero más fuerte que la vergüenza era el recuerdo del éxtasis, éxtasis de rendición”. Primera lección, tomad nota, las mujeres desean ser violadas. La violación es un halago y sí, pueden patalear, llorar o pedir que por favor las dejes en paz, pero en cuento les introduzcas algo en la vagina llegarán al clímax irremediablemente. No te prives.
Tampoco hay que olvidar la parte cómica del asunto, hay que mirar el lado brillante de la vida, desdramatizar un poco, vamos, que parece que todo es quejarse. Así lo retrata magistralmente Hitchcock en este diálogo de ‘Frenesí’, estrenada en 1972:
-Agente: "El hombre que asesina a esas mujeres es un criminal, un psicópata sexual y la ley no sabe cómo tratarlos. Supongo que podríamos llamarlos inadaptados sociales". (Dirigiéndose a la camarera). "Hablamos del asesino de la corbata, deberías tener cuidado".
-Camarera: "Primero las viola ¿verdad?"
-Agente: "Sí, me parece que sí. ¡Todo lo malo tiene un lado positivo!" (Se ríe). "Ya no tenemos asesinatos sexuales interesantes desde los de Christie y es bueno para el turismo. Los extranjeros quieren ver Londres con niebla, taxis bonitos y prostitutas descuartizadas ¿no crees?"
Otro apunte fundamental es dar a cada cosa su justa importancia, cuando vas a un zoo, no le pides a un mono que no se masturbe delante de ti, ¿no? Pues eso, que ya sabemos cómo son los hombres, será cosa de la testosterona pero a veces les pueden sus instintos y tampoco es culpa de nadie. Como ejemplo la escena inicial de ‘Salsa rosa’ (1991). Una seductora e insinuante Maribel Verdú enseña un apartamento a un inofensivo joven. Con su vestido ceñido y sus comentarios pícaros el chaval entiende lo que no es y claro, se abalanza sobre ella en el sofá para darle lo que a todas luces está pidiendo. Con un forcejeo simpático de por medio finalmente la cosa se zanja con un “los hombres sois unos salvajes”. Listo, tampoco vas a llamar a la policía ni a asustarte más de la cuenta. Unas risas y aquí paz y después gloria.
Y ahora atención porque esta será pregunta de examen. En 1984, John Hughes da un paso de gigante con una comedia romántica de instituto contada desde la perspectiva de la chica. Todo un avance. ‘Dieciséis velas’ fue un rotundo éxito de taquilla. Millones de adolescentes se identificaron con los problemas de la muchacha que se siente olvidada por su familia e invisible para el chico que le gusta. Y no es un chico cualquiera, se trata de ese mozalbete ideal que solo hace acto de presencia en las películas americanas, el galán que toda madre quiere para su hija. Y ya veis, todo sale bien, finalmente Jake, que así se llama el héroe, pasa olímpicamente de su novia de siempre, la popular y fiestera Caroline, para irse con la protagonista. No sin antes, claro, asegurar que su novia está tan borracha que “podría violarla de diez maneras diferentes si quisiera”, pero vaya, que no le apetece, y así se la pasa al marginado de turno con un “diviértete”.
La violación es una de las formas más extremas de violencia contra las mujeres, una forma de competición entre los hombres, un arma de guerra, un ejercicio de poder y menosprecio tan arraigado en nuestra cultura que nos hemos permitido establecer cuándo está bien y cuándo mal, cuándo te lo estás buscando y cuándo puede resultar incluso gracioso. Lo bueno es comenzar a percatarse de ciertas cosas, abrir un debate; lo malo es el resto, hacerle creer a cualquier mujer que tal vez la culpa sea suya, que tiene que tomar precauciones, comportarse de una manera determinada, no dar pie a según qué situaciones. Igual hay que cambiar de estrategia, tal vez hay que empezar a educarlos a ellos para no abusar, para no violar, para mantener las manos quietas y el pene dentro de los pantalones y, solo por variar, dejarlas a ellas en paz de una vez por todas.
Imagen del blog: fotograma de la película 'Dieciséis velas'.